Días atrás surgió una polémica debido a que una periodista realizó una alegoría del Himno Nacional para denunciar, entre otras cosas, la realidad por la que atraviesa la población. Las críticas no se hicieron esperar: desde insultos xenófobos hasta pedidos de deportación para la periodista que, por su nacionalidad extranjera, sufrió todo tipo de agravios.
Después de todo, ¿en realidad fuimos mancillados como nación por este acto? Valdría preguntarnos por qué no nos preocupamos así cuando cada día 15 personas son acribilladas; por qué no nos alertamos cuando 119.000 niños dejaron la escuela en el último año probablemente para enlistarse en las “escuelas de sicarios”; por qué no nos escandalizamos cuando uno de cada cinco niños menores de dos años sufre desnutrición crónica infantil, siendo la cifra más alta de toda la región.
Es más, por qué no nos consternamos cuando el empleo cayó en 83.322 puestos de trabajo, contradiciendo el discurso gubernamental; por qué no nos alborotamos cuando en el país 2,4 millones de personas están en situación de inseguridad alimentaria severa, lo que significa que no ingirieron alimentos durante todo un día; por qué no nos indignamos cuando cada 26 horas ocurre un feminicidio.
Es decir ¿por qué no nos preocupamos por cosas que realmente importan?, ¿por qué no reclamamos por un empleo digno, por seguridad, por acceso a la salud y educación, por nuestros niños, con la misma euforia con la que criticamos hechos estériles que intentan desviar la atención de lo verdaderamente esencial? Cada uno es responsable de su papel en esta sociedad; sin embargo, no esperemos llegar hasta el punto de gritar “Salve, oh Patria” cuando estemos hundidos como país.
David León Ortega
davixo99@gmail.com