Entre preocupaciones y esperanzas

Estamos a pocos días de recordar el momento más tierno y afectivo del mundo cristiano: el nacimiento del Niño Jesús, celebración universalmente conocida como Navidad.

Siempre, la temporada previa y las festividades navideñas en sí, nos habíamos acostumbrado a prepararlas y celebrarlas con enorme afán festivo, colmando de momentos de gran emotividad a nuestros hijos, y por qué no, a todos en general. Por doquier se escuchaban villancicos, el rezo de la novena, el pase del Niño con presencia masiva de familiares y amigos, todos reunidos en torno al divino Infante.

Este 2020 se nos antojaba, en su amanecer, como un año de extraordinarias perspectivas: se hablaba de un 20 sobre 20, o sea, lo máximo. Sin embargo, que cruel y triste ha sido la realidad. Desde China nos vino un virus con caracteres de inminente destrucción a la salud de los humanos: millones de contagiados y fallecidos en los diferentes países  del planeta, con alcances alarmantes de recesión económica que ha generado una pobreza inédita en la historia de la humanidad.

Así y todo, nos alistamos a dar la bienvenida al Niño Jesús, primero en nuestros corazones y, luego, en nuestros hogares. Sin embargo ya no habrán las celebraciones que derramaban euforia y concentraba a las familias y amigos sin restricción. Ahora debemos hacerlo con mucha mesura y ponderado criterio de protección de nuestra vida, que sin lugar a dudas será motivo de gran preocupación. Habrá hogares en donde, incluso, abuelos y padres a lo mejor deban pasar solos porque sus familiares viven lejos y no pueden visitarlos por temor a un letal contagio.

Ya casi nos alumbra  el sol del 2021,  con la esperanza de que la vacuna, que  se empezará a administrar en nuestro país los primeros meses,  sea la tabla de salvación para que muy pronto, las familias vuelvan a estar juntas sin miedo, y los amigos también. Hasta tanto, con el mayor aprecio, para todos una Feliz Navidad.

Darío Granda Astudillo

dargranda@gmail.com