La Constitución de Montecristi, en vigencia desde el 2008, en su art. 32, al referirse a la salud, expresa: “ La salud es un derecho que garantiza el Estado, cuya realización se vincula al ejercicio de otros derechos, entre ellos el derecho al agua, la alimentación, la educación, la cultura física, el trabajo, la seguridad social, los alimentos sanos y otros que sustentan el buen vivir…..La prestación de los servicios de salud se regirá por los principios de equidad, universalidad, solidaridad, interculturalidad, calidad, eficiencia, eficacia, precaución y bioética con enfoque de género y generacional” La verdad, un texto ambicioso en sus aspiraciones pero complejo en cuanto a su praxis.
Si vinculamos a la salud con el agua, ahora mismo estamos viviendo verdaderos dramas ocasionados por la crueldad invernal acá en Loja más de quince días y en Quito va para una semana. Se evidencia la falta de coordinación en la entrega de soluciones. Respecto a la alimentación, hay cientos de personas que sobreviven con una comida diaria y la desnutrición crónica infantil es evidente; la educación camina con muchas deficiencias en todos los niveles porque estamos lejos de alcanzar los estándares de calidad, por eso somos subdesarrollados; el trabajo es otro drama para millones de ecuatorianos; respecto a la seguridad es una tarea que el gobierno ha emprendido con empeño, aunque los resultados aún no sean satisfactorios.
Pero, en cuanto a las prestaciones de salud, siendo una responsabilidad constitucional del Estado, vemos que poco o nada se ha mejorado en el actual régimen y que el Ministerio de Salud ha sido el talón de Aquiles del presidente Noboa, pues, en sus 20 meses de gobierno, ya han pasado 4 ministros sin que ninguno se haya destacado. Estamos estrenando al quinto funcionario, Jimmy Martín Delgado, médico de profesión a quien le deseamos una exitosa gestión: si solamente abasteciera de medicinas los centros hospitalarios y los dotara de excelente personal médico, ya estaría para el aplauso.
La verdad es que, en materia de salud, el actual régimen aún no cumple con las más elementales expectativas; pareciera que la corrupción, generada por el crimen organizado, está enquistada en todos los ámbitos de salud y no le permite dar un paso positivo.
Darío Granda Astudillo
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