Una escena conocida

La crisis es la misma sombra de la historia política reciente del Ecuador. Los claroscuros se han apropiado de la escena, y no hay certidumbres de que en el horizonte se resuelva ni siquiera en el mediano plazo. El gobierno nacional poco a poco va transformándose en sus formas, su discurso, y sus postura. Llegaron como los demócratas por excelencia, y de a poco van sembrando cortapisas contra la libertad de expresión, contra las organizaciones sociales, contra la independencia de poderes, contra la ética, contra todo aquello que un día juraron estar adscritos. En el discurso político de hoy, se muestran los entresijos del poder que les ha causado estertores difíciles de asimilar.

La apuesta por el diálogo ya no es la carta de presentación del gobierno nacional. En principio fue su caballo de batalla y les sirvió relativamente, pero ha ido perdiendo veracidad porque no era un diálogo plural y abierto, sino que era un diálogo con intención de ser monólogo.

El país es diverso y los actores políticos también, porque provienen de realidades sociales distintas, con formaciones ideológicas e históricas muy dispares entre sí; por tanto, no puede existir completo acuerdo respecto de las vías de gobierno, porque no se mira de la misma manera el mundo, el país y el futuro. Las necesidades y las urgencias son distintas: unos pelean por el pan diario y otros pelean por las cifras de su ganancia.

El gobierno está renqueando. Y si no es capaz de mirar en los otros, no en quien se parece a ellos, los actores necesarios para construir una vía menos accidentada para lo que le queda de camino, su salida puede ser por la puerta más angosta.

Pablo Vivanco Ordóñez

pablojvivanco@gmail.com