Dicen que cuando Dios creó el universo, con Adán incluido, se percató que él, solo, no sería de mucho valor para sus planes; entonces lo adormitó y tomó una costilla de la que hizo al ser más maravilloso de la creación: Eva, la mujer, con un mensaje directo de supervivencia: “creced y multiplicaos”. Luego vino lo de la serpiente y la manzana que Eva participó a su compañero y la expulsión del Paraíso, y parece que los planes del Creador se trastocaron.
Estamos en el mes de marzo, consagrado a celebrar a la mujer en toda su plenitud, para recordar las gestas de mujeres obreras valientes que entregaron su vida, peleando en las calles para que se reconozcan sus derechos, ante la terrible desigualdad que ofendía la dignidad de la mujer, víctima de vejámenes y abusos, por parte de una irracional sociedad machista. Esa lucha no ha sido inútil porque las mujeres han obtenido algunas reivindicaciones, pero aún falta mucho por hacerse.
La gracia de una mujer es inigualable cuando la vemos desde pequeñita con su belleza angelical, luego cuando empieza a dar sus primeros pasos, haciendo la delicia de sus padres y familiares; y, más tarde, la tenemos en la escuela denotando su crecimiento físico y su despertar a la ciencia y la cultura. Luego en el colegio, cuando su cuerpo adquiere formas de escultura que nos recuerda a las musas griegas y su belleza física alcanza el esplendor de una flor. Su intelecto ha recibido los saberes necesarios para, posteriormente encauzarse en una carrera universitaria para una profesionalización en la que abrirá su aval cognitivo para cumplir con los mayores éxitos en los campos que la vida la llame.
Y será luchadora, buscando su permanente superación y no habrá campo en la que, con su gran responsabilidad, brillará con luz propia: será médica, docente, ingeniera, diplomática, abogada, científica, religiosa, escritora, política, deportista, policía, militar, etc., o, simplemente, mujer que, desde su trabajo humilde, denotará la valía de su talento, ingenio y creatividad en procura de un mundo mejor, con una sociedad equitativa, sin prejuicios, en donde mujer y hombre, a la misma altura, avizoren horizontes de permanente superación.
Darío Granda Astudillo
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