Sean estas líneas un homenaje para la Universidad Nacional de Loja en sus 161 años de fundación y un tributo para aquel hogar del aprendizaje y de la investigación científica, constituido en esta hermosa ciudad sureña del Ecuador.
Esta casa de estudio es un signo de identidad. Su vida jurídica desde 1859 simboliza la fuente de formación de los lojanos, con un papel transformador para la sociedad. Esta Universidad ha entregado profesionales invaluables, cuyas esferas de participación se extienden a nivel nacional e internacional.
No solo es un espacio físico que ha recibido a miles de estudiantes del austro del país, también es el campo de germinación de ideas arado por aquellos guías del conocimiento, quienes con sus cualidades de entrega y sacrificio han sembrado tal cual agricultor, semillas del saber para cosechar profesionales formados científicamente y con apreciación de las necesidades sociales.
Hoy nuestra Universidad ha prescindido de los abendaramientos políticos que por muchos años limitó su tarea educativa, y su mirada se ha enfocada a satisfacer las expectativas académicas de sus alumnos, abandonando esa visión endogámica para alcanzar un reconocimiento internacional.
Es visible que ha reinvidicado su excelencia académica, ha innovado, se ha adaptado eficazamente a la nueva realidad social y sanitaria con uso de las nuevas tecnologías. Sus cometidos están concatenados a la inclusión y conciencia social, alcanzando proyectos que verdaderamente la vinculan con la sociedad.
Por estas razones, celebro con júbilo su vigencia para la labor académica, aplaudo sus resultados y anhelo prestigio para nuestra alma máter porque “En los tesoros de la sabiduría está la glorificación de la vida”.