Entre el ego y el estrés

Vivir en el estrés y la ansiedad implica un equilibrio entre la imposibilidad de alcanzar metas y la creencia de nuestra incapacidad para lograrlas. El miedo al rechazo social nos lleva a intentar controlar nuestras vidas y mantener una imagen perfeccionista. Sin embargo, el verdadero enemigo es nuestra propia limitación para aceptar que las cosas no siempre se desarrollan como soñamos. Así, al enfocarnos en cómo somos percibidos y en mantener una fachada de seguridad, quedamos atrapados en la prisa y la preocupación.

Son los otros quienes provocan nuestro estrés, no nosotros. El problema radica en nuestra necesidad de proteger nuestra imagen de normalidad e independencia, lo que nos lleva a ajustar nuestro carácter en cada relación. En lugar de reflexionar sobre nuestras acciones y emociones, nos preguntamos si nuestras actitudes son agradables para los demás. Esto provoca que ignoren cómo nos sentimos, cediendo a la necesidad de agradar. Queremos controlar las circunstancias para satisfacer nuestras necesidades, pero en realidad, lo que más tememos es mostrar nuestro verdadero yo, libres de autoexigencias.

Vivir desde el ego consume mucha energía; buscamos metas que nos hacen infelices y no seguimos nuestras propias pautas. Deseamos escapar del malestar y enfrentamos fracasos por críticas hacia nosotros o los demás. Vivir así es como conducir un coche con una rueda desalineada: puedes avanzar, pero con gran esfuerzo y malestar.

El camino hacia la trascendencia del ego implica varios pasos. Primero, se debe aceptar la realidad tal como es, tanto la externa como la interna, sin juzgarla como buena o mala, ya que las cualidades dependen de la interpretación humana. Segundo, hay que romper la dependencia de lo exterior, entendiendo que la verdadera felicidad se encuentra en nuestro interior, aunque a veces pueda estar latente. Por último, es esencial liberarse de los apegos, lo que conduce a una mayor libertad personal. Estos principios no son nuevos, ya que la avidez por poseer está integrada en gran parte de la naturaleza egoísta del ser humano y sus síntomas.

Mauricio Azanza O.

maoshas@gmail.com

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