Animal político

El viejo Aristóteles postula que la diferencia esencial entre los seres humanos y los animales es su condición de entes políticos, es decir, de seres capaces de vivir en sociedad siendo motores del mejoramiento de la vida común. Visto el hecho político de esta manera, se hace evidente que todos los actos humanos, en el ámbito público, son actos políticos. No importa que se disfracen con otros fines o con otras perspectivas, al final nuestras acciones son siempre políticas. Resulta entonces que todos, de forma permanente, por nuestra propia condición humana, estamos haciendo política. En varios momentos del día pensamos que el país, que el mundo, deberían conducirse de una u otra manera, pues bien, en ese punto ya estamos pensando de forma política.

Existen, por supuesto, seres inmaculados que manifiestan, a quien quiera oírlos, que se encuentran alejados de la política. Normalmente estas personas miran con horror las ideologías y reprueban severamente a quien se atreva a tener una visión ideológica de la vida. Hay incluso seres ingenuos que niegan la distinción entre izquierda y derecha, o que minimizan su importancia. Pero al expresar estas opiniones, aún estas personas, que flotan en una áurea nube sobre el resto de los animales políticos, se encuentran “cometiendo” acciones políticas.

La política, por tanto, es una constante de la existencia humana. Cerrar los ojos a esta parte clave de nuestra vida nos aleja cada vez más de la solidaridad y de la justicia, así como de nuestra propia humanidad.

Carlos García Torres

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