La naturaleza con los fenómenos climáticos extremos que han redibujado nuestro mapa, nos ha enviado un mensaje imposible de ignorar; carreteras destruidas que ahora son cicatrices en el paisaje; el líquido vital que se ha vuelto un bien preciado para miles de familias no lo pueden acceder con facilidad y obviamente así nuestra economía se nos desploma. Pero hay algo más preocupante que los daños físicos; mientras comunidades como la nuestra claman por ayuda, el debate político se consume en batallas estériles por el poder, relegando las soluciones reales a un segundo plano.
Quizá les suene utópico, pero creo firmemente que es más efectivo, que como ciudadanos nos dispongamos a cambiar las reglas del juego, desde nuestros espacios como autoridades seccionales, barrios, familias o grupos de vecinos; sin seguir esperando que la salvación llegue desde arriba, motivados en que las pequeñas acciones colectivas pueden generar ondas de grandes cambios que transforman realidades enteras y escribir una historia más coherente; si bien la naturaleza con todo lo que acontece nos está enseñando que todo está conectado, ahora nosotros debemos aprender que la colaboración inteligente, la adaptación creativa y la resistencia solidaria constituyen la verdadera fortaleza de una sociedad, que no se mide en sus estructuras físicas, sino en su capacidad de reinventarse; no nos estanquemos en cuestionar culpas, hay que apropiarnos de la responsabilidad para encontrar soluciones con acciones concretas aportando juntos y de manera efectiva desde abajo hacia arriba y en beneficio de todos.
Talía Guerrero Aguirre
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