La agitación de la sociedad moderna invade todos los rincones de nuestra vida, y el imán que mantenía las familias unidas ya no es tan fuerte. Es hora de revivir algunos de los valores antiguos y desarrollar lazos familiares permanentes. Esto podría salvar la familia.
Una gran tradición que se está perdiendo es la de reunir toda la familia alguna vez al año: los hermanos y hermanas, tíos y abuelos, y todos los primos. No hay nada igual a esto.
El conocimiento de la herencia familiar parece que empieza a perderse. Hoy en día los hijos se alejan y se olvidan de sus padres, y con frecuencia estos terminan sus días en la soledad, recluidos en un ancianato. Toda su experiencia y sus consejos se pierden.
En otro tiempo los padres y los hijos se reunían varias veces al día para comer. Pero actualmente “ya no hay tiempo”. El padre debe apresurarse a salir temprano para llegar oportunamente al trabajo, y los niños al colegio. A menudo la madre también labora fuera de la casa, y en lugar de preparar el desayuno a su familia, debe prepararse ella para salir. ¿Y los niños? Lo que antes era un desayuno abundante y tradicional, se ha convertido en algo “fast food”, rápido, para ingerirlo de prisa.
Esta ausencia de tradiciones también se trasluce en falta de unidad familiar. No queda nada, o queda muy poco para transmitirle a la próxima generación.
La principal diferencia entre la hora de la merienda y el desayuno es la voz de mando del televisor, y hoy por hoy del celular: máximos destructores del diálogo personal. Las comedias, la farándula, las telenovelas, el Tick tock etc. absorben la atención de cada quien, dejando a la familia poco tiempo para compartir, comunicarse, conocerse mejor.
Empecemos a re establecer tradiciones en la familia, para que mañana nuestros hijos y nietos tengan un legado cultural y emocional, que les ayude a mantener, y a su vez trasmitir a las siguientes generaciones, los valores heredados de sus mayores.
Edgar A. Ojeda Noriega
eaguasysuelos1@gmail.com