¡La justicia! Tan ciega y ecuánime, ¿verdad? Al menos eso creen los ingenuos que se aferran a la idea de igualdad ante la ley. Pero, ¿quién necesita esa farsa cuando formas parte de las élites sociales? Nuestro mundo es un juego y nosotros, los pocos privilegiados, conocemos todas las reglas y, más importante aún, cómo manipularlas a nuestro favor.
¿Problemas legales? nada que un buen abogado, o mejor aún, varios, no puedan resolver. ¡Y qué divertidas son esas cenas con jueces y políticos! Siempre hay algo que compartir, ¿verdad? ¿Conflictos de interés? Por favor, nosotros inventamos la expresión «una mano lava la otra».
Nos encanta ver a la plebe indignada en las redes sociales, creyendo que sus quejas van a cambiar algo. Ellos piensan que el sistema es justo, que tienen una voz, que las manifestaciones logran algo. ¡Qué tiernos! Mientras ellos protestan, nosotros seguimos manejando los hilos desde nuestros despachos.
¿Y qué me dicen de los medios de comunicación? Los controlamos, claro está. Si alguna historia comprometedora se asoma, basta una llamada, un intercambio de favores, y todo se desvanece. En un abrir y cerrar de ojos, las noticias se llenan de banalidades y distracciones.
Lo más divertido es ver cómo confían en el sistema. Ellos votan, creen en la justicia y trabajan duro. Nosotros, en cambio, sabemos que la verdadera justicia se compra. Pero sigan, sigan soñando. Después de todo, necesitamos que el teatro continúe, para que nuestra posición nunca sea amenazada.
¡Sean todos bienvenidos a nuestro mundo de humo y espejos!
Victoriano Suárez Álvarez
victorianobenigno@gmail.com