Existen fechas que son más que simples anotaciones en un almanaque; son la piedra angular de la identidad de un pueblo. Para Pindal, el 9 de octubre de 1936 es una de ellas. Sin embargo, hoy parece una reliquia olvidada en la memoria colectiva. La pregunta es inevitable: ¿por qué los habitantes de Pindal dejaron de recordar el día en que todo comenzó?
Antes de la cantonización alcanzada hace 36 años, cada 9 de octubre era una jornada cívica. Se conmemoraba el momento en que, durante el gobierno de Federico Páez, Pindal dejó atrás su condición de simple caserío dependiente de la parroquia de Pózul, cantón Celica, para convertirse en una parroquia rural reconocida. Fue el hito fundacional que transformó un grupo de viviendas en una entidad político-administrativa con voz propia.
La parroquialización fue la respuesta a una comunidad organizada, liderada por figuras clave como el padre Lautaro Loayza, las gestiones de sus habitantes culminaron con el decreto que les concedió autonomía. Fue el primer paso firme en un camino de crecimiento, que se consolidaría con su pujante producción agropecuaria, especialmente de maíz.
El 15 de agosto de 1989, Pindal coronó su trayectoria al alcanzar la categoría de cantón. Un logro monumental, sin duda, que hoy se celebra con toda justicia, pero hemos dejado en la penumbra el día de su nacimiento. Al olvidar el 9 de octubre de 1936, estamos desdibujando el origen de nuestra identidad colectiva. Es como celebrar una vida adulta sin recordar ni valorar la infancia que la hizo posible. La cantonización es el fruto, pero la parroquialización es la semilla que se plantó con esfuerzo y visión.
Recuperar la memoria del 9 de octubre es honrar a aquellos que lucharon por el Pindal autónomo que hoy conocemos. Es entender que nuestro presente se construye sobre los cimientos del pasado, y que un pueblo que no recuerda de dónde viene, difícilmente podrá definir con claridad hacia dónde va.
César Sandoya Valdiviezo
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