Paciencia o aguante

En tiempos de incertidumbre, solemos escuchar que la paciencia es una virtud. Esperar con calma, actuar con cautela y medir las consecuencias antes de decidir puede evitar errores costosos. La paciencia es necesaria en la vida personal, en el trabajo y en la política: nos ayuda a no dejarnos arrastrar por la ira o la desesperación, y a construir con pasos firmes, aunque lentos. La paciencia es la fuerza que nos recuerda que cada proceso necesita su ritmo, y que los frutos llegan cuando hemos cuidado con constancia.

Pero no debemos confundir paciencia con aguante. Aguantar significa aceptar pasivamente aquello que nos daña o degrada. No es lo mismo esperar a que maduren las circunstancias que tolerar lo intolerable. Quien confunde ambas actitudes corre el riesgo de callar frente a lo que debería confrontar, y de sostener cargas que no le corresponden.

La paciencia nos ayuda a crecer; el aguante, mal entendido, puede hundirnos en la resignación. Ser pacientes implica confiar en que lo sembrado dará fruto. Aguantar, en cambio, es aceptar un peso que muchas veces aplasta el espíritu y nos roba dignidad.

La verdadera sabiduría consiste en discernir la diferencia. Hay momentos en los que callar y esperar es una muestra de fortaleza. Pero también hay circunstancias en las que el silencio perpetúa la injusticia, y entonces lo valiente es no seguir aguantando.

Sé paciente, pero decido hasta cuánto aguantar.

Santiago Ochoa Moreno

wsochoa@utpl.edu.ec

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