Más allá de la mezquindad

Al parecer en nuestra sociedad te puede ir bien, pero no demasiado. Vivimos rodeados de personas excesivamente recelosas que esperan siempre lo peor de los demás. De este modo se establecen actitudes que tienden a juzgar a las personas. Se subestiman o tergiversan sus ideas, se critican los intentos de proactividad y creatividad. Por lo general, se da en personas con un elevado nivel de frustración y baja autoestima. También puede ocurrir el caso contrario, una persona con una autoestima exagerada hasta límites casi narcisistas que vea que otros destacan y son más tenidos en cuenta que ellos mismos. La realidad es que en nuestra sociedad hay personas que quieren que te vaya bien, pero no mejor que a ellos.

Por mucho que pueda sorprendernos se trata de un fenómeno frecuente. Algo que puede ocurrir en relaciones de toda índole: entre compañeros de trabajo, entre miembros de una misma familia, dentro del grupo de amigos e incluso en la pareja. Es así. Personas que te aprecian, que realmente te quieren y se preocupan por ti pueden caer presas de este tipo de razonamiento. No te desean el mal, no quieren verte sufrir, incluso se alegrarán por tus logros y los celebrarán a tu lado. Siempre y cuando tus méritos no superen los suyos.

Espero que lo que antecede me haya permitido aclarar lo que entiendo por un ser humano con un espíritu mezquino: “falto de generosidad y nobleza de espíritu”. El espíritu mezquino de estos sujetos recuerda mucho al de los resentidos. Lo malo es que la mezquindad de espíritu, al igual que el resentimiento, no tiene cura, porque su única medicina es la generosidad. Y esta nobilísima pasión, nace con el alma; se puede fomentar o disminuir, pero jamás nacerá en quien no la tiene. Siempre habrá alguien que no te apoyará, pero procura que esa persona no seas tú.

Andrés Sigcho

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