El Minotauro de Borges

Cuenta la leyenda que el rey Minos, para hacerse con el control de Creta, pidió a Poseidón una muestra de su apoyo, y la respuesta fue un regalo: un toro blanco salido del mar. El regalo tenía la condición de ser sacrificado por el mismo rey, lo cual nunca pasó.

Poseidón, ofendido, pidió ayuda la diosa Afrodita, quien impuso a Pasífae, la esposa de Minos, el deseo de ser tomada por el toro blanco. Producto del acto nació el Minotauro, un ser con cuerpo humano y cabeza de toro. Al tiempo, se convirtió en un monstruo salvaje que devoraba personas, y fue condenado al laberinto, hasta que Teseo le dio muerte.

Borges nos cuenta una historia diferente: la historia del monstruo, de su vida encerrado en una casa sin puertas e infinita, del rechazo que encuentra en otros humanos; y lo hace humanizándolo, empezando por darle nombre: Asterión, y contándonos que además siente, y tiene las mismas angustias que cualquier persona: soledad, reclusión, rechazo; pero también tiene deseos: la libertad.

Asterión pasa su tiempo soñando a otro como él, añorando el momento en que su redentor vendrá a salvarlo de la ignominia impuesta, y acceder al mundo negado, y eso ¿No es algo que deseamos todos? Por eso, cuando Teseo lo mata, Asterión no pone resistencia alguna, al menos en el cuento de Borges.

Este autor nos invita a pensar, entre otras cosas, en los monstruos, en las personas que tachamos como malas, a quienes mitificamos y los hacemos un otro diferente, y a mayor diferencia, más fácil resulta deshumanizarlos, violentarlos. Todos podemos ser Asterión, porque a los enemigos, como a los monstruos, los creamos nosotros mismos.

Juan Andrés Bravo

@JabravoV