Ecuador en venta: la deuda con el FMI y el alto costo de un país sin rumbo

Endeudarse con el Fondo Monetario Internacional no es un acto técnico, es un pacto desigual que somete la voluntad de un país a intereses externos. En Ecuador, el gobierno de Daniel Noboa ha convertido ese endeudamiento en su principal estrategia económica, aunque los resultados reales golpean directamente a la gente. En 2024 el gobierno firmó un acuerdo con el FMI por 4.000 millones de dólares, ampliado este año a 5.000 millones. Hasta julio de 2025 el país ha recibido alrededor de 2.100 millones, pero ese dinero no llega a hospitales, escuelas o seguridad. Se usa para pagar deudas anteriores, mantener el gasto corriente y sostener un aparato estatal que, lejos de volverse eficiente, se achica en las áreas donde más se necesita presencia pública. Bajo las exigencias del FMI, el gobierno ha despedido a miles de servidores y ha fusionado ministerios. Lo llaman “optimización”, pero en la práctica significa menos médicos, menos maestros, menos apoyo social. Las cifras oficiales muestran que solo en los primeros nueve meses de 2025 se gastaron más de 7.300 millones en salarios públicos y 3.000 millones en intereses de deuda, mientras los hospitales se quedan sin medicinas y las escuelas rurales luchan por sobrevivir con presupuestos mínimos. El resultado es visible, la inseguridad se agrava, la educación retrocede con más deserción infantil, y el desempleo se mantiene disfrazado bajo el aumento del trabajo informal. El FMI aplaude el “orden fiscal”, pero en las calles hay hambre, miedo y desesperanza. Lo más grave es el rumbo moral del país. Ecuador no invierte en su gente, invierte en sostener un sistema de deudas que no genera futuro. El dinero del FMI es un analgésico momentáneo que anestesia el dolor social mientras el cuerpo de la nación se debilita. Noboa vende estabilidad mientras el pueblo paga con sacrificio. El Ecuador real no se mide en cifras, sino en madres sin medicinas, jóvenes sin escuela y familias sin trabajo. Esa es la factura de un modelo que se repite y siempre fracasa, la receta del FMI, aplicada por gobiernos que confunden endeudarse con progresar y obedecer con gobernar.

Marco A. González N.

marcoantoniog31@hotmail.es

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