Frente a más enfrentamientos, generados por las medidas de política económica, urge el diálogo. Es necesario encontrar tiempos y espacios adecuados para escucharse. Las necesidades, particularidades y matices de cada parte deberían ser expuestas hasta encontrar sintonía. La premisa es establecer acuerdos y cumplirlos.
Llama la atención la poca gobernabilidad que deriva en paros, medidas de shock, cambios de presidentes, nuevas constituciones, violencia, hurtos al erario y más distancias entre ricos y pobres que serían consecuencias de la ausencia de compromisos y de la mínima rendición de cuentas de los políticos a los ciudadanos.
Pero, los acuerdos no corresponden solo al nivel directivo, están al alcance de todos. Lamentablemente, las personas se alejan de los asuntos de la comunidad. Tal vez la cultura retórica, la parsimonia o la exageración en las conversaciones están presentes en los gobiernos y llevan decir mucho y actuar poco.
También algunas organizaciones privadas están afectadas de esta forma de gestión. Muchas reuniones, muchas horas de juntas para exponer motivos sin llegar a rutas de solución. Se carece de objetividad o se confunden los escenarios de diagnóstico e intervención.
El votante, el cliente, el estudiante u otros receptores de productos y servicios esperan ser atendidos con calidad, confían que sus decisiones sean oídas para beneficio mutuo, y que los cambios que señalen se produzcan en corto plazo.
Es así que parte de la ansiada administración pública que los ecuatorianos reclaman inicia en lo cotidiano, en la conversación de vecinos, de colegas, entre jefes y subalternos, para que de forma concreta se expongan motivos y se concreten alianzas. Se deberían evitar horas, semanas y hasta meses de oratoria vacía, y reemplazarlas por sinceros momentos de conversación que evidencien respeto por los interlocutores y sus realidades.
Abel Suing
abelsuing@gmail.com