Cuando el poder pierde la vergüenza

En Ecuador la protesta, ese derecho tan humano como respirar, hoy se paga con cárcel, represión… o muerte. La historia reciente nos ha dejado el rostro de Efraín Fuérez como símbolo de una herida que no cierra. Lo mataron mientras pedía justicia. Le dispararon en plena vía pública, frente a sus compañeros. Y luego, como si no bastara, lo patearon cuando yacía en el suelo. Desde el poder se insiste en negar, en callar, en disfrazar la barbarie de “orden democrático”. Pero lo que vemos no es democracia: es el uso del Estado como garrote contra los que exigen justicia.

Lo doloroso es que no fue un “exceso”, como intentan disfrazarlo. Fue una decisión política. Lo acontecido en Ibarra no fue un operativo de seguridad, fue una advertencia. Un mensaje atroz: “No reclames, o terminarás como él”. Y eso no es democracia. Eso es miedo con forma de Estado, y esto viene acompañado de una serie de atropellos que van minando la institucionalidad y la confianza pública: leyes inconstitucionales, como la que pretende ampliar funciones del Ejecutivo; una propuesta de una nueva Constitución sin consenso ni legitimidad; la condonación de deudas vinculadas a familiares del Presidente; y una cacería política contra todo adversario incómodo, sea periodista, asambleísta, líder social o juez.

Mientras tanto, los verdaderos criminales —los evasores millonarios, los pactos oscuros, las mafias enquistadas— siguen blindados por el silencio y la impunidad. Para ellos, no hay tanquetas.

La verdad es que algo se rompió cuando se mandó al ejército contra campesinos en lugar de narcotraficantes. Cuando se prefirió encarcelar al que reclama. Y lo más triste: muchos aplauden. Porque han sido educados para odiar antes que para entender. Para creer que el enemigo es quien protesta, y no quien gobierna mal.

Hoy, más que nunca, es urgente abrir los ojos. Porque cuando un país normaliza la represión, el autoritarismo y la corrupción, no solo pierde derechos: pierde su alma.

Y sin alma, no hay nación que sobreviva.

Álex Daniel Mora Arciniegas

alexmorarciniegas@gmail.com

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