La historia de los pueblos latinoamericanos está marcada por la dignidad y la resistencia, pero también por la traición de quienes, desde el poder, han preferido entregar la patria antes que defenderla tal y como la constitución lo ordena en la toma de juramento presidencial. El Ecuador heroico de Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, Fernando Daquilema, por mencionar 3 de nuestros héroes, revive esta pesadilla, el pleno de la Asamblea liderado por un gobierno neoliberal, ha aprobado la instalación de una base militar extranjera en suelo patrio.
¿Acaso no hemos aprendido que las bases militares de EEUU no traen desarrollo, sino dependencia, represión y estancamiento social? La Asamblea, lejos de ser un baluarte de la voluntad popular, se ha convertido en una comparsa de intereses foráneos y de la élite moderna. Los votos para aprobar la reforma provinieron del oficialismo, sus aliados de la derecha tradicional y hasta sectores que, traicionando su historia de lucha, se plegaron al oportunismo político.
La experiencia latinoamericana es contundente: donde se instalan bases militares extranjeras, la economía se estanca, la desigualdad crece y la represión se vuelve norma. Basta mirar a Colombia, Honduras o Perú, donde la presencia militar estadounidense ha significado más violencia y menos desarrollo. No es casualidad que estas bases hayan sido impuestas por dictadores o gobiernos serviles, nunca por la voluntad genuina de los pueblos.
El gobierno neoliberal y una Asamblea repleta de almas de vasallos han decidido hipotecar el futuro a cambio de la “protección” de un imperio que solo busca garantizar sus propios intereses estratégicos. Pero la soberanía, no se vende ni se negocia, pues la dignidad de un pueblo no tiene precio y que la historia juzgará a quienes, por ambición o cobardía, prefirieron la sumisión a la libertad. Bien lo decía nuestra gran Dolores Cacuango “Somos como la paja del páramo, que se arranca y vuelve a crecer, y de paja sembraremos el mundo”.
Jorge Abad
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