Crudas Realidades

La gran pregunta que circula en el ambiente de incertidumbre es si una nueva Asamblea Constituyente logrará cambiar el rumbo inhóspito por el que transita el Ecuador. Antes de responder, es imperativo reflexionar: ¿Ha sido respetada realmente la Constitución del 2008 por todas las funciones del Estado?

El punto de inflexión nos obliga a admitir que, históricamente, todos los gobiernos de turno han actuado a beneficio personal, manipulando la Carta Magna a su antojo. En este contexto, ¿qué nos hace pensar que una nueva Constitución cambiará esta dinámica? Ya que, desde su concepción, los cimientos parecen tambalear con posibles asambleístas constituyentes aupados por el populismo.

El problema de fondo no reside en el texto constitucional, sino en un Código de la Democracia mal concebido y embestido de una democracia recalcitrante, que invita a la manipulación del voto al permitir la postulación de figuras sin la experticia necesaria.

Seguimos apreciando discursos frívolos que, a la postre, nos pasan costosas facturas. La actual consulta popular no es ajena a esto, con preguntas de tinte populista que solo generan confrontación entre grupos antagónicos.

Una de ellas, el establecimiento de bases militares extranjeras para fortalecer la seguridad, refleja una necesidad estratégica de aliados en momentos de crisis. Sin embargo, surge el cuestionamiento: ¿No es más efectivo y digno «limpiar y arreglar la casa» por cuenta propia, tal como lo ha demostrado la experiencia de El Salvador?

Otra pregunta que genera debate es la disminución del número de asambleístas. Si bien esto podría significar un pequeño ahorro fiscal, es una medida superficial. La reducción numérica no garantiza una mejor legislación. El objetivo central debería ser, nuevamente, reformar el Código de la Democracia para elevar la calidad de los representantes.

Finalmente, la eliminación de la asignación presupuestaria a movimientos políticos rompe el principio de pluralidad y constituye una eliminación solapada de la participación de minorías. Esto es totalmente contrario a una verdadera democracia, ya que consolida la hegemonía de unos cuantos partidos políticos coyunturales, lo que, paradójicamente, conduce a una mayor ingobernabilidad.

Paúl Cueva Luzuriaga

paulscueva@hotmail.com

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