Las aulas universitarias han sido durante mucho tiempo el espacio donde se supone que construimos nuestro futuro. Pero si miramos a nuestro alrededor, ¿realmente estamos transmitiendo lo que necesitamos? ¿Es útil lo que enseñamos a nuestros jóvenes?
Cada vez es más evidente que los títulos no garantizan conocimiento útil ni éxito profesional. Universidades llenas de clases teóricas, metodologías obsoletas y poca conexión con la realidad del mercado laboral han dejado a muchos graduados preguntándose: ¿y ahora qué?
Las aulas deberían ser espacios de debate, de cuestionamiento, de experimentación. Sin embargo, seguimos atrapados en sistemas rígidos, con docentes que repiten el mismo contenido año tras año y estudiantes que memorizan para aprobar, pero olvidan al día siguiente.
Como docente siempre me pregunto si estaré enseñándoles a mis estudiantes cosas que les sean útiles, tanto a nivel profesional como puramente intelectual. Creo que es ese cuestionamiento constante el que me hace siempre estar atento al entorno de los estudiantes para ofrecerles conocimiento que puedan necesitar.
Si la educación superior quiere ser realmente un motor de cambio, necesita abrirse al mundo, adaptarse, escuchar a quienes forman parte de ella y dejar de aferrarse a estructuras del pasado. Porque al final, la pregunta que deberíamos hacernos no es si estamos estudiando, sino si realmente estamos aprendiendo.
Aprender es saber usar los conocimientos. De nada sirve saber miles de teorías y datos si no sabes que hacer con ellos en el mundo real. El que sabe aplicar los conocimientos es el que aprendió, el resto simplemente memorizó. Los robots memorizan, las personas crean.
Victoriano Suárez Álvarez
victorianobenigno@gmail.com