Un país sin rumbo

Si analizamos la historia, Ecuador desde sus inicios se ha caracterizado por ser inestable, no por su posición geográfica, sus recursos o sus capacidades, sino, única y exclusivamente, por su gente, sus líderes políticos, económicos, sociales y religiosos; generando con ello inestabilidad política, fragmentación social, conflicto interno y por supuesto, una mala imagen a nivel internacional. 

Luego de la disolución de la Gran Colombia (1830), el país lidió con la fragmentación territorial, para lograr consolidarse como un Estado independiente, lo que generó tensiones internas, muy comprometidas a intereses económicos particulares; que, a una verdadera consolidación e integración territorial, representadas en las disputas federalistas, frente a las centralistas, no pensando como un Estado integral y sólido, sino en los interés de los grupos familiares y la posición de tierras, dificultando la consolidación de un gobierno estable, a esto súmese la desunión ciudadana, la pobreza, el analfabetismo y la ignorancia, en un 98% de su población.

Ya en los años de la república, aunque el país haya experimentado cambios económicos, sociales, estructurales y culturales, y el 100% de la población sepa leer y escribir, el nivel educativo y cultural en la actualidad, sigue dando mucho que desear, ejemplo de ello, son sus líderes políticos, sindicalistas y personal público en general, con un nivel intelectual muy básico, reflejando con ello el grado cultural de su población.

Hemos llegado al punto donde la fuerza no pide razón y se justifica. Los intereses particulares priman sobre los generales, y ciertos grupos minoritarios hacen del país un verdadero revoltijo, sin importarles en lo más mínimo la posición de la gran mayoría, así lo demuestra CEDATOS, 69,1% de los ecuatorianos no respalda ni participa del paro (01/10/2025).

Si seguimos bajo esta contexto y confrontación histórica, no hemos aprendido nada, pese a la experiencia, con tantos altos y bajos que ha tenido el país, nos convertiremos en un Estado fallido, con pérdida de efectividad y legitimidad, donde el Estado ha perdido la capacidad para llevar a cabo sus funciones y la población es indiferente a brindarle apoyo.

Pablo Ortiz Muñoz

acuapablo1@hotmail.com

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