Muerezuela

La situación en Venezuela es un retrato grotesco de lo que sucede cuando la corrupción y la avaricia toman las riendas de un país. Lo que una vez fue una de las naciones más ricas de América Latina, hoy es un campo de escombros, devastado por un régimen que ha destruido la economía, aniquilado las libertades y pisoteado la dignidad de su pueblo.

La catástrofe venezolana no es producto de la mala suerte ni de circunstancias inevitables. Es el resultado directo de años de mala gestión, robo desenfrenado y la arrogancia de un gobierno que se aferra al poder a cualquier costo. El país sufre una hiperinflación galopante, la escasez de alimentos y medicinas es insoportable, y la violencia ha alcanzado niveles inimaginables. Mientras tanto, la élite gobernante sigue llenándose los bolsillos, indiferente al sufrimiento de millones.

La crisis humanitaria en Venezuela es una herida abierta en la conciencia del mundo. Millones de venezolanos han huido del país, buscando desesperadamente una vida mejor. Los que se quedan, sobreviven en un estado constante de desesperanza, mientras el gobierno insiste en su narrativa ridícula de «resistencia» ante enemigos externos.

Es imperdonable que la comunidad internacional, pese a sus esfuerzos, no haya logrado poner fin a esta tragedia. Venezuela es un recordatorio brutal de lo que sucede cuando el poder se convierte en el único objetivo. La historia no olvidará la traición a su pueblo. Es hora de que los responsables rindan cuentas y se devuelva la esperanza a una nación que ha sido brutalmente despojada de su futuro.

Victoriano Suárez Álvarez

victorianobenigno@gmail.com

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