Gracias a los obreros que, a pico y pala, luchan cada día por darnos agua. Ellos no prometen, actúan. Porque una cosa es mandar a hacer desde un escritorio, y otra muy distinta es estar allí, bajo el sol, resolviendo lo que otros solo discuten. Este no es un problema coyuntural; es una deuda histórica. La crisis del agua es solo un síntoma de un mal más profundo: el abandono estructural de nuestra ciudad.
Hoy, como si se tratara de una obra teatral, aparecen mesías disfrazados de ingenieros porque el problema es el agua. Mañana se pondrán el traje de arquitectos cuando colapse la infraestructura. Y así seguirán, mientras Loja sea gobernada por la improvisación, la vanidad y la demagogia. La política local se ha vuelto un concurso de imagen, no de ideas.
Necesitamos otra manera de hacer política. Urge pasar del liderazgo que manda al liderazgo que guía, que escucha a los técnicos y trabaja con equipos diversos y preparados. El populismo puede ganar elecciones, pero no soluciona crisis. Solo con decisiones estructurales, sostenidas y apartadas del espectáculo podremos pensar en una Loja distinta.
Mientras sigamos seducidos por lo que suena bien o se ve bonito, sin asumir responsabilidades colectivas, seguiremos girando en círculos. Cambiarán las autoridades, pero no la historia.
Loja es de los lojanos. Que no se nos olvide. Esa debe ser nuestra consigna. Y Loja para todos debe ser la meta: más allá de personas, equipos comprometidos; más allá de mesías, la fuerza de ideas diversas; más allá de una elección, una visión compartida y de largo plazo.
No esperemos otro salvador. Hagamos ciudad juntos.
Pablo Ruiz Aguirre
pabloruizaguirre@gmail.com