“Llegar a fin de mes” es más que una frase hecha: es un peso silencioso que millones cargan sobre los hombros cada día. Mientras las redes sociales se llenan de sonrisas filtradas, vacaciones perfectas y cenas lujosas, la realidad se esconde detrás de recibos impagos, refrigeradores medio vacíos y noches de insomnio haciendo cuentas.
En una sociedad que valora más la apariencia que la verdad, se presume abundancia mientras se vive con lo justo. Se compran cosas para parecer exitosos, no porque se necesiten. Y en ese intento de encajar, muchos caen en deudas, préstamos y estrés financiero.
Pero lo más irónico es que incluso a quienes tienen ingresos estables, muchas veces no les alcanza la vida. Jornadas laborales extensas, agotamiento crónico, hijos que crecen sin presencia, parejas que apenas se ven. Lo material se paga con tiempo, y el tiempo, una vez gastado, no se recupera.
Así transitamos: los que aparentan tener, los que tienen, pero no disfrutan, y los que simplemente sobreviven. En este escenario, el verdadero lujo no es una cuenta bancaria abultada —aunque el dinero sea necesario—, sino algo más escaso y valioso: la salud mental, el descanso merecido, el afecto sincero y la tranquilidad de vivir sin temor al mañana, sin la ansiedad de no saber si se llegará a fin de mes.
Quizás ya es hora de dejar de fingir y empezar a preguntarnos, con honestidad, cómo construir una vida más justa, más compasiva, más humana. Porque lo esencial no se exhibe: se cuida, se honra, y se comparte.
Santiago Ochoa Moreno
wsochoa@utpl.edu.ec