Le pedimos prestada la frase a Mark Twain para hacer referencia a una realidad de nuestro país que parece repetirse, aunque con matices diferentes. Desde que tenemos memoria las convocatorias a consultas populares poco han servido para aprobar o improbar temas de interés nacional. Más bien, se han convertido en la oportunidad para calificar la gestión de la autoridad que las convoca.
Acabamos de culminar un proceso electoral en donde el pueblo ecuatoriano le ha dicho “no” a las cuatro preguntas consultadas por iniciativa del presidente de la República. Para muchos el resultado fue sorpresivo, tomando en cuenta que los pronósticos de las encuestadoras otorgaron una cómoda ventaja al “sí” y que, sin duda, Daniel Noboa todavía goza del respaldo de un importante sector de la población.
La conclusión es obvia: la mayoría de los electores se pronunciaron en contra de la gestión del presidente Noboa y su organización política. Poco importan las declaraciones. En el fondo, estamos conscientes de que lo dicho es una triste o alegre realidad, dependiendo del punto de vista con que se observe el acontecimiento.
Noboa y su equipo cometieron una serie de errores, antes y durante la referida campaña electoral. Para empezar, reciclaron lo peor de la politiquería tradicional con una enfermiza preferencia por quienes tienen un pasado correísta. Lo más grave, es que reprodujeron las peores prácticas del correísmo en todas las instancias del Estado.
Como si fuera poco, dos declaraciones de Daniel Noboa cayeron como bombas explosivas sobre el electorado. La primera fue decir que el IESS no debe prestar los servicios de salud y que estos deben ser asumidos por el Ministerio de Salud. La otra insinuó la posible instalación de una base militar extranjera en Galápagos, el patrimonio natural del que todo ecuatoriano se siente orgulloso. A lo mejor resulta simplista la explicación, pero si logro preocupar a alguien del Gobierno habré logrado mi propósito.
Gustavo Ortiz Hidalgo
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