La elocuencia del silencio…

Las notificaciones y las opiniones sin tregua se han convertido en una banda sonora obligatoria que nos persigue, multiplicándose en cascadas interminables haciendo ruido en nuestra existencia; el silencio ha quedado relegado al estatus de amenaza o vacío incómodo, y es justo ahí, en esa quietud aparentemente estéril, donde reside uno de los recursos más valiosos y escasos de nuestro tiempo.

En el silencio no hay dónde esconderse de nosotros mismos y esa es su mayor virtud; nos obliga a encontrarnos con quien realmente somos; esto no significa ausencia, al contrario, estamos plenamente presentes, con atención concentrada, habitando un espacio fértil donde germina lo auténtico. Cultivar el silencio en medio de la guerra del volumen que atraviesa las sociedades contemporáneas es un acto de valentía, pues implica enfrentar sin distracciones nuestras contradicciones internas, miedos y verdades incómodas que a través del ruido intentamos evadir; reconocer el valor del silencio no significa abogar por el mutismo o la pasividad, se trata de desarrollar la capacidad de discernir cuándo nuestras palabras agregan valor y cuándo solo añaden ruido.

Una comunidad que honra el silencio valora la reflexión sobre las reacciones impulsivas, comprende cuándo hablar y, lo más importante aún, cuándo callar para escuchar; el silencio se convierte entonces en un acto de resistencia contra una cultura que nos quiere infinitamente distraídos, superficiales y reactivos; al elegir el silencio estamos reclamando soberanía mental, afirmando que nuestra atención y nuestra voz son demasiado valiosas para desperdiciarlas en incesante ruido.

Talía Guerrero Aguirre

talia.guerreroa@hotmail.com

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