La coherencia es la verdadera revolución

La historia está llena de paradojas incómodas. Thomas Jefferson, autor de la frase “todos los hombres son creados iguales”, poseía más de seiscientos esclavos a lo largo de su vida. Abraham Lincoln, símbolo de la emancipación, dudó hasta el último momento sobre la abolición como una prioridad. Más adelante, presidentes que hablaron de libertad invadieron países; otros que clamaban por la paz firmaban decretos para guerras sin fin.

Estas contradicciones no son solo anécdotas históricas. Son advertencias. Nos muestran lo fácil que es enarbolar ideales mientras se actúa en su contra. Lo fácil que es confundir popularidad con virtud, estrategia con principios, y modas con convicciones.

Hoy, en medio de discursos sobre justicia social, desarrollo sostenible y paz mundial, seguimos viendo cómo se toman decisiones que reproducen desigualdades, destruyen ecosistemas y fomentan la violencia. Por eso, más que nunca, necesitamos una brújula ética. No basta con tener buenos deseos o discursos bien elaborados: debemos asegurarnos de que el camino que seguimos no contradiga los fines que proclamamos.

La coherencia no es una moda. Es un compromiso. Un compromiso con el presente y con las generaciones que vendrán. Es hora de dejar de actuar por conveniencia y empezar a actuar por convicción. Porque no hay revolución más urgente que vivir conforme a los valores que decimos defender. De lo contrario, solo repetiremos la historia… con nuevos eslóganes y los mismos errores.

Santiago Ochoa Moreno

wsochoa@utpl.edu.ec

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