La consulta popular en Ecuador dejó más que resultados políticos: dejó en evidencia un país dividido, emocionalmente agotado y atrapado en una dinámica de confrontación constante. Más allá de si ganó el “sí” o el “no”, lo verdaderamente preocupante es cómo la discusión polarizó a la ciudadanía, convirtiendo diferencias de opinión en motivos de ataque personal, burla o descalificación e incluso amenazas.
Dar vuelta a la página no significa ignorar lo ocurrido, sino asumir que seguir peleando no llevará al país a ningún lugar. La consulta reveló que, aunque discrepemos en mecanismos y soluciones, la mayoría de ecuatorianos coincide en lo esencial: queremos un país más seguro, con instituciones sólidas, menos corrupción y oportunidades reales para vivir con dignidad. El problema no son los objetivos, sino la forma en que los defendemos.
En vez de pelear por quién “ganó” el debate o quién “tenía la razón”, es mejor enfocarnos en lo que podemos construir juntos. La confrontación constante nos cansa y nos divide. Hoy lo urgente es cuidarnos como sociedad: escucharnos más, bajar el tono y dejar de tratar la política como una guerra.
Debemos exigir transparencia y mejores decisiones al gobierno, pero sin fanatismos ni resentimientos. También es necesario reconocer errores y aceptar que nadie posee la verdad absoluta sin argumentos. La democracia se fortalece cuando respetamos las diferencias y buscamos puntos de encuentro para avanzar como país.
Santiago Ochoa Moreno
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