Cuando la técnica se disfraza de justicia: el precio lo paga el pueblo

En nuestro país se está imponiendo una narrativa peligrosa: la de presentar las decisiones económicas como simples actos “técnicos”, ajenos a la política, la ética o la justicia social. El reciente retiro del subsidio al diésel, justificado como una medida de eficiencia fiscal, es uno de los ejemplos más evidentes. Pero detrás del tecnicismo, lo que hay es una transferencia silenciosa del costo de la crisis hacia quienes menos tienen.

Nos dicen que el país se ahorrará más de $1.100 millones, pero callan que ese ahorro no se traducirá en hospitales funcionando, dializadoras pagadas para que atiendan pacientes renales, ni en maestros con salarios dignos, ni en medicamentos en las farmacias públicas. Se va, como siempre, al pago de deuda externa. A una deuda que ha sido usada, muchas veces, no para fortalecer al Estado, sino para desmontarlo, o dirigirlo para financiar una nueva consulta popular y comprar conciencias de transportistas y otros gremios.

Mientras tanto, en las comunidades rurales, llenar un tanque para ir a trabajar ya cuesta varios dólares más. Transportar productos cuesta más. Comer cuesta más. Y eso sí que no es técnico: es humano, es cotidiano, es doloroso.

No se trata de romantizar el subsidio. Se trata de entender que, en un país donde el salario básico no alcanza para cubrir la canasta básica, quitar el poco alivio que queda sin ofrecer alternativas reales es una forma de violencia económica.

Los grandes medios aplauden. Los organismos financieros internacionales sonríen. Algunos editorialistas pautados celebran la “valentía” del presidente Noboa. Pero la valentía verdadera no es hacer lo que manda el FMI, sino lo que necesita el pueblo.

No se puede hablar de sostenibilidad ni de modernidad cuando la pobreza avanza. No se puede construir país sobre la mentira y la desigualdad. Lo que hoy falta no es técnica. Falta sensibilidad, coherencia y un mínimo de justicia.

Porque sin justicia social, no hay futuro. Solo más deuda. Solo más dolor.

Álex Daniel Mora Arciniegas

alexmorarciniegas@gmail.com

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