La rutina diaria, los problemas cotidianos y otros factores externos a nosotros, han hecho que vayamos perdiendo la motivación de alcanzar esos sueños o deseos que tanto queremos; en tal sentido, la brecha entre el optimismo, la negatividad y la agresividad, ha aumentado y vemos con mucho pesar que como todo se vuelve oscuro. Pero es ahí cuando debemos ser observadores, mirar a las y los niños y ver a través de su alegría, ocurrencias, simplicidad, espontaneidad y autenticidad que hay una luz al final del túnel. Ellos son quienes nos invitan a disfrutar al máximo de cada momento, de cada carcajada, de cada juego. Como adultos hemos olvidado que llevamos esa magia dentro, descuidamos las cosas simples como disfrutar el olor de un café recién hecho o de maravillarnos con las figuras que vemos a través de las nubes.
Es cierto que la vida no es color de rosa, pero rescatemos lo esencial de ella, en la vida todo es causa y efecto y lo que estamos viviendo hoy es el resultado de lo que decidimos ayer, si queremos un futuro diferente enfoquémonos en lo que estamos haciendo ahora para construir ese futuro deseado y ayudemos a que próximas generaciones disfruten de lo mismo, aprendamos algo nuevo, activemos la memoria, estudiemos un nuevo idioma, leamos una poesía, repasemos la letra de una canción, practiquemos juegos o ejercicios mentales como las cartas, sudokus, crucigramas o recordemos la trama de un libro… Despertemos nuestra mente y dejemos que nuestra niña o niño interior juguetee un poco con nosotros.