Desde el estallido de la pandemia de coronavirus, la dinámica de convivencia en todo el mundo cambió de manera radical. En menos de dos meses después de la primera muerte, este virus se ha vuelto omnipresente en el planeta y lo cambió todo. Los momentos más críticos de esta compleja realidad, en donde el drama y el dolor se apoderaron en nuestro país, con una escalada de contagios incontrolable ya han pasado, pero no significa que hemos superado por completo la crisis sanitaria, el peligro asecha y el virus sigue más vivo que nunca.
Debemos hacer conciencia en los actuales momentos, que esta relativa calma que vivimos, no es motivo de confiarnos No queremos imaginarnos que los momentos que vive actualmente gran parte de Europa, se multiplique en nuestro continente, especialmente en el Ecuador.
Aisladas en casa, las personas empiezan a hacer lo que no hacían antes: verse, reconocerse, cuidarse. Justo ahora, cuando se ha vuelto mucho más difícil, parece que es más fácil llegar al otro. A quien creó el concepto de “aislamiento social” le falló el raciocinio. Lo que tenemos que hacer —y que parte de la población global ya lo está haciendo— es “aislamiento físico”, como señaló el sociólogo Ben Carrington. La pandemia de la Covid-19 ha revelado que somos capaces de realizar cambios radicales en un tiempo récord. El virus, nos ha recordado algo que habíamos olvidado: los otros existen.
La pandemia no termina, cuidémonos todos y esperemos que con la benevolencia de Dios, muy pronto los científicos cristalicen la tan ansiada vacuna, que más allá de convertirse en antídoto para mitigar el virus de esta enfermedad, significará el antídoto para reinsertarnos al mundo como seres humanos más justo, respetuosos y solidarios.