
Cuento entre mis amistades más cercanas a un grupo numeroso de economistas, tal género de amistad me honra y constantemente me ilustra sobre los muchos y muy interesantes debates que la situación económica nacional y global suscita. Este próximo 23 de noviembre se celebra también el día del economista y por eso no quisiera desperdiciar esta oportunidad para hablar un poco de esta excelente profesión. Sin duda la economía es una de las ciencias sociales con mayor influencia en una sociedad cada vez más compleja. Por esta razón creo firmemente que necesitamos más y mejores economistas y creo también que, tanto como las otras disciplinas sociales, la economía debe salir del mundo universitario aséptico y virginal y tomar posiciones frente a los grandes problemas de la sociedad global. Las condiciones de supervivencia de la humanidad y las graves amenazas que sobre ella se ciernen requieren de definiciones que sobrepasan el ámbito teórico y académico y que se acercan a la acción política. No existe ni ha existido nunca una ciencia económica meramente atada a una técnica que, basada en una determinada relación de variables pueda predecir comportamientos económicos precisos y recomendar las acciones subsecuentes. No sucede así porque cualquier tipo de análisis económico debe tener en cuenta los anhelos últimos de la sociedad en su conjunto. Hoy la globalización ha creado una sociedad interconectada con aspiraciones que son similares y que, desgraciadamente, son incompatibles con las que sostiene el actual orden económico internacional. En los tiempos primitivos solo fue posible la supervivencia humana a través de la colaboración, ahora y en el porvenir cercano, son y serán imprescindibles la justicia y la solidaridad como bases mínimas para que la humanidad tenga un futuro que pueda verdaderamente calificarse como humano. Tal es la grave responsabilidad de los buenos economistas.
Carlos García Torres
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