Hay un dicho que “las penas con dinero son menos”. ¿Y si no hay dinero? Hay que hacer “vaca” o “pasar el sombrero”.
Eso es lo que está haciendo el municipio de Macará, dimensionar lo que significa nacer, crecer, vivir y morir en el lindero de la patria, donde se siente con más angustia el dolor del olvido. Hay complicaciones económicas no solo por los 2 millones 600 mil dólares que le adeuda el Gobierno, sino por decisiones inconvenientes de administraciones anteriores, cuyas deudas tiene que pagar la actual administración.
Al alcalde, Alfredo Suquilanda Valdivieso, esta situación más la grosera estrechez económica seccional, la falta de apoyo gubernamental y la pandemia del coronavirus que bordea los 400 contagios, lo tiene con el corazón hecho bombo, la vena de la frente por estallar y con el “ceño fruncido”, aunque al rato se le quitan las agriuras y siente burbujear su abdomen con infinito amor.
En respuesta a este terco realismo, el burgomaestre con limpio afán de servicio, con serenidad y ponderado valor, está recurriendo a la conciencia ciudadana para que no se quede dormida y ayude a aplanar la curva ascendente de la pandemia, asumiendo sus propios actos con responsabilidad. Al gobierno voluntad para desplazar la espera y apoyo para las complicaciones económicas de la caja municipal que está agotada. Su escasez de ida y vuelta lo tiene al municipio “chiro”.
Se justifica entonces que el alcalde esté pidiendo al vecindario tiempo y confianza, tolerancia y fortaleza ante la adversidad. Una adversidad que quema, pero ilumina. Al final los tiempos difíciles y oscuros merecen gestos que sean luces para alumbrar la ruta del progreso que merece Macará y todos los pueblos de la frontera sur de la patria.