
En el actual ajedrez político, vemos como las fichas se van moviendo, insinuando una vez más, que el espacio político se basa más en la competencia que en la colaboración, en una ininterrumpida e intensa contienda de todos contra todos. Ecuador, enfrenta retos en lo económico, seguridad o en lo social que tienen que ser atendidos con celeridad. La urgencia provoca la necesidad de forjar un gran pacto nacional de consensos que no sean considerados como meros ejercicios diplomáticos o peor aún de repartos, sino cimientos abiertos que viabilicen la gobernabilidad, para reconstruir y tejer la ansiada paz social.
La economía ecuatoriana, golpeada por las crisis o malas decisiones, requiere acuerdos claros y transparentes que trasciendan el ciclo electoral. La receta es conocida: estabilidad macroeconómica acompañada de reformas estructurales, inversión y generación de empleo. La seguridad por su lado, ahorcada por el desbordamiento de la violencia, delincuencia o narcotráfico, urge de un consenso político que priorice la vida y derechos de los ciudadanos, sobre cualquier interés partidista o caudillista. Ecuador merece un futuro definido por el entendimiento mutuo y el desprendimiento, donde el arte de la política sea el puente para la resolución efectiva del conflicto social. Solo así, los ecuatorianos podremos mirar con esperanza hacia el futuro, sabiendo que nuestro bienestar es la única bandera que todos sus líderes políticos estarían dispuestos a enarbolar. Es momento de acción, de diálogo en consenso, de compromisos transparentes y reales en consecuencia con las expectativa, confianza y esperanzas que la ciudadanía ha depositado en las urnas con las nuevas autoridades nacionales.
Santiago Pérez Samaniego
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