El desastre que deja la pandemia del Covid-19, en el país, es lamentable, se han contabilizado a “ojo de buen cubero”, más de 6.360 fallecidos en cinco meses, un millón de desempleados y 5,3 millones de trabajadores en condiciones precarias, los salarios no alcanzan para supervivir dignamente. Desespera saber, como se lanza a la desocupación a empleados públicos, obreros y trabajadores, que pasan a engrosar los cinturones de miseria, mientras miles de personas migran ilegalmente en busca de mejores días. La paralización de la producción que afrontó Ecuador, durante más de dos meses y que hoy se recupera lentamente, con un proceso de reactivación a medias, se traduce en un desgaste significativo del mercado laboral. Las estadísticas apuntan a que el 83 % de la fuerza de trabajo está desempleada o en la precariedad y solo el 17 % de la población económicamente activa tiene un trabajo que cumple los requisitos mínimos legales. El INEC, nos da una información sesgada, para no provocar el descontento popular y se nos miente al país, que la situación laboral ha mejorado, usando datos falsos, efectuó encuestas por vía telefónica en su mayor parte sin tomar en cuenta que las familias de la clase trabajadora pasan más tiempo fuera de casa .Byron Villacís, exdirector del Instituto de Estadísticas, dice que la situación real, es peor que la que reflejan las cifras porque, además, “estas han dejado fuera la medición de la informalidad que, antes del coronavirus ya afectaba a casi la mitad de los trabajadores”. Hoy ha empeorado notablemente la cobertura de salud, de seguridad social, y de protección social en general, en consecuencia la economía de la mayoría de los ecuatorianos es lamentable, mientras la corrupción avanza galopante, desde las altas esferas gubernamentales, por lo que “nuestra suerte está echada” y sólo nos queda la esperanza de que surjan mejores días con el advenimiento de un nuevo Gobierno que debe ser elegido con reflexión y mesura.