Con cariño lo conocimos como “Tocho”, (recordando a su abuelo) y es que así es la idiosincrasia de nuestros pueblos, relacionarnos afectivamente con calificativos antes que por el nombre y en nuestra tierra Amaluza no es la excepción. Sus nombres completos: Marco Vinicio Jiménez Jiménez, a quien Dios lo invitó a su casa y desde el pasado 11 de octubre, se cumplió este designio.
A veces reflexionar sobre la muerte no es fácil, pero meditar quienes somos y que hacemos en nuestro paso transitorio por el mundo terrenal, nos debería dejarnos varias aristas y bajo esta reflexión, Marco con defectos y virtudes bregó y luchó por lo que creía correcto, por sus sueños e ideales; aunque a veces utópicos pero esa es la vida: un desafío.
Marco fue una persona afable, con una chispa única, en él no existía la amargura, su fácil forma de contagiarnos con sus ocurridas historias, era suficiente para alejarnos de preocupaciones y tristezas; porque su filosofía popular no tuvo límites y gran parte de este legado será parte de una cultura enraizada en nuestra sociedad, su alegría desbordante será suficiente para que su recuerdo no pase desapercibido.
Quizá no sea suficiente, pero he aquí nuestro homenaje póstumo que a través de estas líneas rendimos al amigo, al soñador, al batallador, aquel hombre que hoy está disfrutando de la compañía de su único y eterno amor que se adelantó en la partida para seguir construyendo aquellos planes que quedaron pendientes en la tierra. “Tochito” de seguro, tu sagacidad y buen humor hoy es el bálsamo que esperaban en el cielo.